Está muy bien; | |
la voluntad decisiva | |
de vuestro padre, tal es. | |
Sois joven, cándida y buena; | 5 |
vivido en el claustro habéis | |
casi desde que nacisteis; | |
y para quedar en él | |
atada con santos votos | |
para siempre, ni aún tenéis, | 10 |
como otras, pruebas difíciles | |
ni penitencias que hacer. | |
Dichosa mil veces vos; | |
dichosa, sí, doña Inés, | |
que no conociendo el mundo, | 15 |
no le debéis de temer. | |
Dichosa vos, que del claustro | |
al pisar en el dintel, | |
no os volveréis a mirar | |
lo que tras vos dejaréis; | 20 |
y los mundanos recuerdos | |
del bullicio y del placer, | |
no os turbarán, tentadores, | |
del ara santa a los pies; | |
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-[fol. 39v]- |
pues ignorando lo que hay | 25 |
tras esa santa pared, | |
lo que tras ella se queda, | |
jamás apeteceréis. | |
Mansa paloma, enseñada | |
en las palmas a comer | 30 |
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del dueño que la ha criado | |
en doméstico vergel, | |
no habiendo salido nunca | |
de la protectora red, | |
no ansiaréis nunca las alas | 35 |
por el espacio tender. | |
Lirio gentil, cuyo tallo | |
mecieron sólo tal vez | |
las embalsamadas brisas | |
del más florecido mes, | 40 |
aquí a los besos del aura | |
vuestro cáliz abriréis, | |
y aquí vendrán vuestras hojas | |
tranquilamente a caer. | |
Y en el pedazo de tierra | 45 |
que abarca nuestra estrechez | |
y en el pedazo de cielo | |
que por las rejas se ve, | |
vos no veréis más que un lecho | |
do en dulce sueño yacer, | 50 |
y un velo azul suspendido | |
a las puertas del Edén… | |
¡Ay! En verdad que os envidio, | |
venturosa doña Inés, | |
con vuestra inocente vida, | 55 |
la virtud del no saber. | |
Mas, ¿por qué estáis cabizbaja? | |
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-fol. 40r- |
¿Por qué no me respondéis | |
como otras veces, ale |